jueves, 16 de julio de 2009

El erick

La última borrachera que me puse fue en casa de erick.
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Recuerdo que esa tarde nadie me hizo jalón para tomarme mis respectivas cervezas sabadeñas, el reloj se aceleraba convirtiendo el día en noche y no quice terminar pisteando solo en la cantina mas bara de la ciudad -al menos no en esa ocasión- por lo que finalmente me hice a la idea de comparir tiempo y espacio con el famoso freaky reprimido de los videojuegos, el anime y los pequeños diablillos.
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Sinceramente su casa, que es como una especie de matriarcado, me da algo de miedo: "¡Erik traeme el control de la tele!", "¡Erik no barriste bien la sala!", "¡Erik y las cebollas que te encargue?" Erick y erick y erick es el cuento de nunca acabar con su madre. Dadas las circunstancias que había vivido anteriormente en su hogar tuve que tomar otras alternativas, entónces me preparé con unas ballenas en la mochila, toqué el timbre de su casa e hice de mis pocas habilidades persuasivas para que inmeditamente nos instalaramos en su cuarto y pusieramos seguro a su puerta. Finalmente funcionó, así ya no hubo interrupciones matriarcales.
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El erick siempre termina contandome sus broncas, y para no perder la costumbre esa noche la platica giró entorno a la impotencia que siente de amar al padilla, el chico de la esquina de su casa a quien todas las tardes sin escepción alguna lo tiene en la cama de su habitación jugando videojuegos de xbox.
Erick tiene 27 años, es soltero y tiene un trabajo inestable, un cuarto bien equipado con muchas consolas de juegos y una mega pantalla de sabe cuantas madrales de pulgadas; pero, en el fondo sé que es un chiquillo de 10 atado a la autoridad materna que se juega en casa.

Es por esto y por aquello que no ha sabido desarrollar consciencia alguna de su situación. Ni siquiera creo que le interese. Él con sus domingos futboleros, las chambas inestables, las visitas de padilla y los quehaceres hogareños que le impone su madre es totalmente feliz.
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Es triste su situación y supongo que yo soy el único que le escucha y le conoce su rara y extraña tendencia amorosa que tiene hacia con los preadolescentes. Recuerdo que esa vez la platica se volvió larga y tediosa para mí, terminó de contarme toda su frustración hacia con padilla como a las 3 de la madrugada y el pobre no paraba de intentar apagar la bachicha apagada del cenicero.
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Admito que normalmente cuando asisto a su casa mi finalidad es terminar ebrio. Admito también que siento un repudio hacia su forma de ser, que me harta su terquedad de hablar toda la noche del niño que ama, que odio su vulnerabilidad hacia con su madre, que detesto cómo sus pláticas son totalmente pausadas, fuera de serie, y que duran eternidades! ..pero, en esa ocasión había un brillo en sus ojos...
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Su vida es patética, yo sabía que era totalmente patética -en toda la extención de la palabra y con el uso malequivocado que le damos coloquialmente- esa su situación de desear sentimentalmente al pequeño quinceañero que en el fondo, en el fondo ni lo hace en la vida, pero, esta vez había un brillo cristalino en sus ojos mientras me contaba...
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Finalmente terminé por despedirme, no dije nada, estaba harto de escucharlo toda la noche pero en el pecho una sensación incontrolable de empatía me hacía eco.
Salí de su casa, le dejé la última ballena a medias, el piso se me movia un poco y mi camiseta olía a cigarro, un suspiro salió desde mi garganta, le di una palmadita en el hombro y me fuí...
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Creo que la próxima vez que no tenga donde emborracharme optaré por su casa, al fin y al cabo el siempre me abre las puertas.
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Esta,
su situación,
me conmueve un poco que termina por revolverme el estómago,
pero el erick, es compa el erick.

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